Tarde inmensa y azul,
rugosa y dueña.
Cauce del viento desnudo y sin tino,
el pálido cerco del silencioso anhelo.
Acordes en falso, campanas al cielo
frío en el espacio, calor en el ceño
diamantes truncados, sesgadas quimeras
y en el alma un sueño
y hendido en el fondo del pecho, un leño
a modo de daga para el pensamiento.
Tarde inmensa y azul,
delirio isleño.
Rafael del Moral
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